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ay encuentros que cambian tu vida. A los 15 años, Txema Brotons tuvo la suerte de nadar con un delfín. «En invierno», recuerda el director científico de la ONG Tursiops, «un delfín llegó a Port del Toro y unos amigos y yo queríamos nadar con él. Tenían trajes de neopreno y tanques. Llevaba puesto un traje de baño y me moría de frío. Mis amigos se zambulleron y el delfín desapareció. Me avisaron de que el delfín estaba entre dos pontones. Me subí a un barco y me dirigí hacia el delfín. Tenía miedo, pero el delfín y yo nadamos juntos y en un momento dado incluso lo toqué. Mis amigos nos vieron, se zambulleron, el delfín se asustó y se fue. La magia se rompió».
Todo el mundo sueña con nadar con un delfín, grande o pequeño. Pero, ¿es una buena idea? «No lo recomendaría hoy, pero en aquel entonces sabíamos menos cosas. Desde el coronavirus, hemos entendido que los humanos no son inmunes a los virus del mundo animal. Sin embargo, los delfines pueden ser portadores de virus y bacterias que pueden afectar a los humanos, y los humanos pueden transmitir virus a los animales. Y no olvidemos que los delfines son animales salvajes que pesan 350 kg y, si quieren, pueden mordernos o sumergirnos bajo el agua. Son muy simpáticos, pero si hay una hembra en celo o una madre con su cría, su comportamiento puede cambiar», explica Brotons.
En la década de 1990, cuando Brotons terminó sus estudios de biólogo, estaba claro que trabajaría con delfines en Mallorca. En ese momento, solo había datos limitados disponibles. «El primer estudio para clasificar los cetáceos del mar Balear lo publicó Brotons en 1996», explica Marga Cerda. En 1998, Brotons fundó la ONG Tursiops, que despegó en 2013 con la llegada de Marga, licenciada en ciencias marinas. «A partir de 2013, empezamos a investigar con ahínco», explica Cerda. Tanto Txema Brotons como Marga Cerda hacen hincapié en que «el conocimiento es la clave de la protección. Tienes que saberlo para protegerlos».