E
n la costa norte de Mallorca, en Port d'Alcúdia, Olga Capote Guijarro comienza sus días a bordo de su barco Es Batlets, echando redes y arrastrando las capturas del día mientras el amanecer se refleja en las aguas del Mediterráneo. Es una de las cinco pescadoras de la isla, un papel en el que nunca se imaginó, pero que ahora ha dado forma a su identidad, su carrera y su futuro. A través de sus ojos, exploramos el equilibrio entre preservar las costumbres locales y, al mismo tiempo, abordar los acuciantes problemas ambientales de nuestro tiempo.
La trayectoria de Olga en la industria pesquera es tan única como el lugar que ocupa en ella. «La verdad es que nunca me interesó la pesca», admite con una sonrisa. «Mi familia siempre ha trabajado en tierra firme. Mi padre solía pescar por diversión, pero nada más que eso». En aquel entonces, Olga trabajaba muchas horas en una joyería mientras luchaba por encontrar el equilibrio entre su trabajo y la crianza de sus hijas. Se sentía agotada y buscaba más flexibilidad. No fue hasta que su pareja Carlos Batle, cuya familia ha sido pescadora durante generaciones, le sugirió que estudiara para ser capitana del barco pesquero de la familia, que se le ocurrió la idea por primera vez. «¡Al principio pensé que estaba loco! No sabía nada de pesca», se ríe Olga. Pero la idea se mantuvo. Poco después, se matriculó en los cursos necesarios para convertirse en capitana de pesca local. A pesar de enfrentarse a algunos desafíos y aprender nuevas habilidades, como soldar y extinguir incendios, Olga completó su formación en 2011 y se embarcó en una carrera que pocas mujeres se han atrevido a seguir en Mallorca.