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F
ue en el País Vasco, en los albores del año 2000, cuando Maca de Castro descubrió su vocación. En 1998, Gastromika, el festival de San Sebastián, abrió sus puertas y dio la bienvenida a los chefs españoles más vanguardistas. Entre ellos se encontraban Ferran Adria, Joan Roca, Andoni Luis Arduriz y Quique da Costa, todos ellos chefs cuya creatividad estaba revolucionando el mundo de la gastronomía. En aquella época, Mallorca estaba muy lejos de la vanguardista ciudad de San Sebastián. La cocina era internacional, sin mucha alma ni identidad. Los padres de Maca de Castro eran dueños de un restaurante de comida rápida (hamburguesería) y una discoteca. «Los cocineros que vi eran viejos, sus cocinas estaban sucias, no era atractivo. No me imaginaba haciendo ese trabajo. Cuando estaba a punto de darme por vencido, mi padre me llevó a San Sebastián», recuerda Maca. Su padre esperaba secretamente que pasara algo para que su hija pudiera hacerse cargo del negocio familiar. Y lo hizo. «En San Sebastián», explica el chef, «descubrimos lo que iba a pasar en España en los próximos años. Había mujeres como Carmen Ruscalleda y Elena Arzak, y muchos jóvenes, y eso me convenció».
Así que la mallorquina se puso su chaqueta de chef y comenzó a experimentar. Tras una temporada en Le Jardin, el restaurante de sus padres, asistió a un curso de formación cada invierno durante 11 años. Se formó con algunos de los mejores chefs y desarrolló su cocina. «Dejamos de usar pescado congelado, hicimos puré de patatas con mantequilla y pusimos más cuidado en nuestros platos». El arduo trabajo ha dado sus frutos: en 2011, la cocina de Maca, que celebra su 30 aniversario, recibió una estrella Michelin. Una estrella que nunca se ha extinguido.