M
arta Simonet, una comunicadora versátil y emprendedora creativa, encuentra inspiración en lo común. Para ella, la esencia de la vida y la creatividad gira en torno a los momentos de conexión, ya sea a través de la comida, la narración de historias o el ritmo suave de la vida en la isla. El viaje de Marta, de presentadora de televisión a autora y cofundadora de Banquete de ideas y ahora TARRO, ha sido moldeada por su curiosidad, su expresión creativa y un profundo amor por su isla natal, Mallorca.
La curiosidad ha sido una fuerza impulsora tanto en su vida personal como en su carrera. Describiéndose a sí misma como «inquieta, alegre, insaciable, curiosa y sensible», la exploración de la comunicación de Marta comenzó en su infancia. Nacida en Mallorca en 1983, encontró una manera de expresar sus emociones a través de la narración de historias cuando era niña. Su afición por crear historias basadas en fotografías se convirtió más tarde en su carrera en el campo de la comunicación. «Nunca pensé que escribir pudiera formar parte de mi profesión», reflexiona.
La carrera de Marta comenzó en los medios de comunicación, trabajando tanto delante como detrás de las cámaras en la televisión local de Mallorca antes de dar el salto a Madrid. Durante este tiempo, también compartió sus ideas a través de un blog y un registro fotográfico. Sin embargo, admite que se sentía «incómoda comunicándose en algo tan amplio como Internet», por lo que compaginó su trabajo televisivo con colaboraciones en agencias de contenido de marca. Con el tiempo, este camino llevó a la cofundación Banquete de ideas con su pareja Jaime Collazos. La agencia nació de la creciente demanda de contenido digital auténtico e impactante, que combina creatividad, narración y pasión por la comida. Marta cree que, al crear «contenido útil y creativo que ayude a las marcas y a las personas a romper moldes», su trabajo tiene el potencial de conectar a las personas de manera significativa.
Tras haber ganado el premio al mejor blog gastronómico de España, una de las características más distintivas del trabajo de Marta es su conexión con la comida. Cocinar, como observar el mar, es una práctica meditativa para Marta. Es un proceso de profunda reflexión y expresión personal. Los aromas del tomate, la albahaca o el caldo de pollo le dan una sensación de calma y desconexión del mundo exterior. Para ella, la mesa representa un espacio donde se desarrolla la vida, un lugar para el amor, los recuerdos y las conexiones. «Cocinar es una forma de moneda emocional. Expresamos nuestro amor preparando una comida, ya sean lentejas o un huevo perfectamente cocido», explica. Ella cree que la comida nos conecta tanto con nuestro pasado como con nuestro presente, y evoca emociones y recuerdos.