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Entrar en el apartamento/estudio de Lucas Riso es como estar en una perfumada botica, con un toque de misterio y magia. Del techo cuelgan flores secas, guindillas, hojas de palma, hierbas y otros tipos de flora en diferentes estados de secado, los estantes están llenos de racimos de flores, velas y una cesta de salvia, mientras que coronas hechas de ramas y hojas retorcidas se alinean en las paredes, junto con los delicados bordados del artista que muestran imágenes del tercer ojo, hongos o flores, todo ello enmarcado con materiales naturales como paja o hierbas. Tienes la sensación de que a Riso le encanta hacer algo y que podría encontrar una pequeña rama u hoja y transformarla en algo especial, y esa es la realidad. «Siempre me encanta hacer algo con mis manos», dice el artista nacido en Argentina. «Para mí es terapéutico, medicinal».
Mientras disfrutamos de una taza de té de hinojo y arándanos y de un vaso de agua con menta lleno de flores de buganvilla de color rosa brillante, Riso habla de trabajar como florista en Buenos Aires, Argentina, durante 20 años, después de estudiar bellas artes durante 2 años. Adelantado a su tiempo, Riso transformaría la vitrina de la tienda en un arreglo salvaje de flores, instalaciones escultóricas y contemporáneas que transmitían que era un creativo nato y que las flores eran su medio. Siempre se inspiraba en su abuela, a la que llamaba la «bruja de familia», que preparaba infusiones de té con las plantas y hierbas que cultivaba en la casa. Su influencia también se conectaría con él años más tarde, cuando se mudó a Mallorca.