E
l camino para completar el llaüt estuvo lejos de ser fácil y Jaume se encontró con muchos desafíos en el camino. Las dificultades financieras, las dificultades técnicas y el enorme coste mental y emocional del proyecto lo agobiaron sobremanera. «Hubo momentos en los que quise quemar el barco», admite. «Trabajaba 12 horas al día, a veces solo pensando en cómo seguir adelante». El apoyo de su familia era heterogéneo. Mientras su madre lo apoyaba, otros familiares dudaban de que alguna vez terminara. «Pensaron que estaba desperdiciando mi tiempo y dinero», dice Jaume. «Había invertido 60 000 euros y aún no había terminado. Era duro». Sin embargo, su familia lo ayudó económicamente siempre que pudo.
A pesar de estos desafíos, Jaume siguió adelante, impulsado por su determinación y la necesidad de demostrar su valía, no solo ante los demás, sino ante sí mismo. «Tenía que terminarlo», dice. Al reflexionar sobre esos difíciles meses de desesperación, admite: «He aprendido a tener paciencia. Antes de esto, no era una persona paciente, pero construir el llaüt me enseñó a ir paso a paso. Me di cuenta de que tenía que concentrarme en cada parte por separado, ya fuera la fibra, la madera o la electricidad. Por lo demás, era abrumador».
Tras un año y medio de incesante trabajo, por fin llegó el día de lanzar el llaüt de 9,5 metros de longitud. «La primera vez que lo puse en el agua, estaba aterrorizado», admite Jaume. Pero con unas cuantas pruebas, adquirió más confianza y el día del bautizo del barco se convirtió en un momento de alivio y de inmenso orgullo. «Fue un momento precioso. Rompí una botella de cava en el casco, aunque accidentalmente dañé el barco y tuve que arreglarlo en los dos días siguientes», añade entre risas. Ese momento, la culminación de un año y medio de duro trabajo, fue uno de los más emotivos de su vida. Representó su crecimiento personal, un viaje desde un entusiasmo ingenuo a una experiencia ganada con tanto esfuerzo. «Mi llaüt es motivo de orgullo, pero también de desesperación y frustración», afirma, reflexionando sobre los numerosos desafíos a los que se enfrentó, desde problemas con el motor hasta fallos de diseño.
Llamado Vell Marí, en honor a las focas monje que alguna vez nadaban en las aguas de Mallorca, el llaüt de Jaume es ahora un espectáculo familiar en el puerto deportivo de Port de Pollença. «El nombre proviene del macho alfa de la foca monje, que vivía aquí hasta que mataron a los últimos ejemplares en la década de 1980», explica Jaume. Le pareció correcto ponerle al barco el nombre de algo que está casi extinguido, como el llaüt tradicional. «Lo siento por las focas que vivieron aquí y fueron asesinadas. Además, mi llaüt es grande y ancho, como el de una foca gorda, así que le puse ese nombre», dice con cariño.
Jaume cree que el futuro de la construcción tradicional de barcos en la isla es incierto. Reconoce que todavía hay oportunidades para aprender el oficio a través de escuelas, como el Taller de Mestres D’Aixa del Consell en Palma, donde los jóvenes pueden formarse para convertirse en carpinteros de ribera. Sin embargo, Jaume es realista sobre los desafíos, señalando que iniciar un negocio en este campo es difícil debido a los altos costos y la falta de apoyo gubernamental. “Los barcos son caros de construir y mantener, y las nuevas generaciones buscan alternativas más rápidas y asequibles”, explica. Si bien este oficio tradicional está desapareciendo lentamente, Jaume cree, no obstante, que algunos continuarán con el legado, especialmente aquellos con una historia familiar en la construcción de barcos de madera.
Hoy en día, el llaüt de Jaume es un símbolo de perseverancia, tradición y crecimiento personal. En una época en la que las antiguas costumbres y la artesanía están desapareciendo rápidamente y muchos llaüts han sido sustituidos por modernos barcos de fibra de vidrio, Jaume ha creado algo que perdurará, tanto en las aguas de Mallorca como en su corazón. «Es extraño, pero a veces todavía no puedo creer que lo haya hecho», dice en voz baja, aún asombrado por lo que ha logrado. «Vell Marí es mío, puedo ir a cualquier parte. Lo sé, lo logré. Me llevó tiempo, pero ahora puedo creer que lo hice. Y se siente increíble».
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