El trabajo de la artista brasileña Lygia Clark (1920-1988)destacó por su desafío constante a las convenciones artísticas de su tiempo, especialmente en lo que concierne a la interacción entre la obra y sus espectadores. Clark imaginó y creó para ellos un papel activo y relacional, de modo que no solo se convierten en cómplices del proceso, sino en la condición misma de posibilidad de la obra. Si bien la artista formó parte del movimiento neoconcretoen Brasil, en los setenta comenzó su paulatino alejamiento del objeto para explorar el potencial sensorial y terapéutico de la práctica artística. De este momento dan cuenta sus cartas al artista Hélio Oiticica, con quien mantuvo una intensa correspondencia a lo largo de los años:
"El objeto para mí ha perdido su significado, y si aún lo utilizo, es para que se convierta en un mediador de la participación. (…) En todo lo que hago, existe realmente la necesidad del cuerpo humano, para que se exprese o se revele como en una primera experiencia (primaria). Para mí, no importa si soy de vanguardia o si me sitúan dentro de nuevas teorías. Solo puedo ser lo que soy." [1]