
E
n Palma de Mallorca, Alejandro Mascarell está redefiniendo la forma en que experimentamos el queso. Su marca de queso vegano artesanal Bon Bessó es una prueba de cómo los ingredientes locales y la dedicación al consumo ético y la responsabilidad ambiental pueden unirse para crear una alternativa al queso extraordinariamente única y sin lácteos.
El viaje de Alejandro Mascarell hasta la fundación Bon Bessó comenzó lejos de los huertos de almendros de la isla. Se formó originalmente en hostelería y turismo en Alemania, pero al principio de su carrera profesional incluyó prácticas en cocina y un profundo interés personal por la nutrición, aunque en ese momento no tenía previsto dedicarse a un negocio relacionado con la alimentación. Tras años explorando la música, las terapias manuales y los viajes a la India y Tailandia, una lesión en la espalda lo obligó a reconsiderar su trayectoria profesional. Fue entonces cuando decidió centrarse en una de sus grandes pasiones: la comida.
Hace once años, una inesperada oportunidad llevó a Alejandro a abrir un pequeño restaurante vegetariano-mediterráneo en Chiang Mai (Tailandia), que al final tuvo que dejar para regresar a España por asuntos familiares. Poco después, durante un viaje a California, Alejandro descubrió un queso vegano artesanal hecho con frutos secos, una revelación que lo llevó a experimentar por su cuenta. Consciente de que el mercado español de queso vegano no existía, se propuso elaborar una alternativa al queso de origen vegetal que fuera «creíble, saludable y de alta calidad, que apoyara la economía local y promoviera prácticas sostenibles». Su creciente interés por el veganismo y su visión ética de «cómo estar en el planeta como ser humano» se convirtieron en el alma de Bon Bessó, mientras que la disciplina y la precisión que adquirió en la hostelería han sido clave para mantener y hacer crecer la marca. En el centro de Bon BessóSu filosofía es el uso de almendras mallorquinas, una decisión que va más allá del sabor. A diferencia de los anacardos, muy utilizados, las almendras son autóctonas de la isla, lo que elimina la huella medioambiental del transporte de larga distancia. Además, el equilibrio perfecto de lípidos, proteínas y azúcares de las almendras proporciona cremosidad, textura y favorece la fermentación. «La almendra permite crear una alternativa vegana que imita la textura y el sabor del queso tradicional», explica Alejandro.